El encuentro de los mil días
Y si alguna vez, Karla, nos llegamos a encontrar en una ciudad extraña en medio de un mar de gente y nos miramos sin creer que somos nosotros, sin creer que el azar nos esté haciendo esto porque una situación así nunca está prevista, mucho menos si sucede siete u ocho años después de haberla deseado y pedido y vuelta a desear cada día, cada noche hasta el cansancio una y otra vez y creer un día que jamás volveríamos a vernos porque lo que sucedía no podía ser real, no podía pasarnos a nosotros que estamos tan lejos y que nos hace tanta falta estar al lado del otro y sentirnos como nunca hemos imaginado así como ese momento donde nos miraríamos sin creer que todo ha valido la pena hasta ese momento porque habría sido bueno dejarnos llevar por las circunstancias, por el momento, por la gente que nos habría arrastrado hasta ese lugar preciso donde por primera vez en diez años compartiríamos exactamente el mismo piso y el mismo cielo sin darnos cuenta hasta que algo hizo que volteara al lugar justo donde caminabas sola, con el pelo suelto, mirando los anuncios de la calle, como pensativa pero despreocupada, y de pronto sucede el encuentro, el cruce de miradas, de caminos, de pasado y presente, y sucede que no sabemos cómo actuar a pesar de haberlo estado esperando tanto tiempo, pero es normal, sobre todo si tomas en cuenta que estaríamos en la calle, en una ciudad extraña, quizá en un país ajeno, con diez años de encima, con tantas cosas sin decir, con miles de secretos, de experiencias, de lágrimas, de risas, quizá seríamos otros que no tendríamos nada de qué hablar, completamente otros, unas personas distintas que pasaríamos de largo después de mirarnos y no sentiríamos nada pues todo el mundo habría cambiado con nosotros y nada importaría ya, si te vas, si me regreso, si nos topamos nuevamente pero no, también existe la posibilidad de gritar nuestros nombres, de correr, de alborotar a nuestro sentimiento y abrazarnos entrañablemente, tiernamente, amorosamente, por todos aquellos abrazos que nos hemos mandado en cartas, en mensajes, en llamadas y que dijimos que un día nos los daríamos en uno solo y ese sería el abrazo tan esperado por nosotros y qué manera de reencontrarnos, de abrazarnos, de saber que el otro realmente existe como lo hemos imaginado cada noche y qué andas haciendo, a donde vas, cuando te regresas, pero déjame abrazarte de nuevo, sentir que realmente eres tu y vamos a caminar, conozco un lugar lindísimo como para enamorarse siempre, anda, ven, pero primero prométeme con todas tus fuerzas que nunca nos volveremos a separar.
1 comentario
ani -